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Presentación de Los bubis

Con satisfacción y gozo para los estudiosos y amantes de los pueblos y culturas de Guinea Ecuatorial, después de la publicación en español de la obra de Günter Tessmann sobre los pamues en 2003, aparece ahora su obra Los bubis (Sial Ediciones, 2009), patrocinada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, teniendo ahora la dicha de poder acercarnos a contemplar la vida y costumbres bubis por los años 1915 y 1916. Tessmann era un verdadero etnólogo que, a sus veinte años, en 1904, se estableció en el Camerún, recibiendo dentro de sí, colonizada, el alma africana. ¡Cuánto se habla de colonizar y qué poco de ser colonizado!

Publicada su obra sobre los pamues en 1913, regresa al Africa Ecuatorial, durante la primera guerra mundial, para internarse en la isla de Fernando Póo (actual Bioko) y proseguir en ella sus estudios etnográficos. En Moca oímos hablar con frecuencia de Günter Tessmann. Los bubis decían de Tessmann que había recibido el espíritu del rey Mocata, pues el rey Mocata había dicho antes de morir que volvería en el cuerpo de un europeo, y decían que, como aquel, “metía su nariz en todo”; percepción de Tessmann que nos avala lo que él escribió y publicó.

De la región de Moca, donde Tessmann permaneció durante un año, podemos decir que constituye lo más interior de la Isla, que podríamos llamarla el corazón de la cultura bubi. Ningún extranjero tuvo acceso a sus alturas hasta las expediciones realizadas por los misioneros claretianos, poco antes de Tessmann. El misionero baptista John Clarke, en su valioso y extenso diario en cinco volúmenes de dos mil folios de gran tamaño, fue el primero que nos habló del misterio de aquellas alturas donde habitaba el “jefe inaccesible” de la Isla. Según el diario de John Clarke, el pueblo donde mora el rey de Moca se llama Riberi o Ribiri. Sobre los pueblos de la región, y enumera 32 pueblos, manda el gran jefe de la antigua Biappa. “Ningún otro tiene tanto poder como éste en toda la Isla. No es visible sino por muy pocos jefes de su propio distrito y por sus esposas. Su residencia se halla en lo más alto de las montañas, en una aldea, que actualmente se llama Basepa Oñka. Su nombre es Lupóa”. En 1875 los misioneros Huy Born y Clone llegaron al poblado del entonces rey Mocata, pero no tuvieron éxito en ver al gran jefe. Estaba en una reclusión parecida, se dijo, a la del Gran Lama, visto por muy pocos bubis; sus más viejos asistentes, sus cuarenta esposas y sus hijos. De su aldea-palacio partían senderos que comunicaban con el litoral Sur, Este y Oeste (Cf Johnston, George Grenfell and the Congo, pp. 960-961).

Hemos relatado lo precedente para indicar que Tessmann pudo captar lo genuino bubi, sin influencias extrañas, fuera de ciertos elementos de la cultura material. En mis estancias en Moca, en las décadas de 1950 y 60, pudimos asistir con frecuencia a los ritos propiamente sacerdotales, a los ritos de posesión de espíritus, a las celebraciones nocturnas del día de los espíritus con sus poseídos, a los oráculos, tanto en las cuevas como en las capillas de los espíritus, a los sacrificios, a los rituales del ciclo de la vida humana, de la agricultura y de la caza, y sentarnos con los bubis casi todas las noches y escuchar las tradiciones, las leyendas, las melodías de los cantos de los espíritus, en ese tesoro de la transmisión de la palabra hablada, recogida en magnetofón, cuando se reúnen las familias por las noches. Pudimos transcribir todo lo dicho, principalmente por los maestros, en un diario etnográfico, como un documento que llegó a superar los 300 cuadernos.
Importancia de la investigación de la antigua cultura bubi. La edad del hierro configuró intensamente todo el interior de la selva africana. Se creía al principio que provenía de la cultura meroítica, pero últimamente se han encontrado datos de la fabricación del hierro en la cultura Nok de Nigeria, hacia el año 500 antes de Cristo. Esto fundamenta la suposición de que las migraciones bubis a la Isla pudieron tener por causa la expansión de las tribus de la edad del hierro. Hubo, ciertamente, migraciones de personas anteriores a las actuales tribus y que los bubis veneran con el nombre de Balettérimo. La Isla fue para ellas como un refugio que supieron defender.

Los datos adquiridos por radiocarbono nos muestran diferentes fases del periodo neolítico que corresponderían a estas migraciones. Las fechas más antiguas se sitúan en el siglo V después de Cristo. Pero dado que no se obtuvieron fechas para cerámicas anteriores, se podrían calcular como fechas aproximadas de las emigraciones las de comienzos de nuestra era. A estas fechas habría que añadir las anteriores del neolítico precerámico, el neolítico del ñame, que hemos llamado Banapense, del que obtuvimos pocos datos por hallarse el yacimiento muy disperso, con fechas sin duda anteriores a nuestra era y que ya no corresponden al neolítico bubi. Las investigaciones fueron interrumpidas al advenir la presidencia de Macías.

No admite dudas el hecho de que los bubis desconocían el hierro. La ciudad de Clarence, fundada en 1827, trastornó en gran medida la cultura material bubi. Desaparecieron los ceramistas y los tallistas y pulidores de piedra para fabricar hachas, cuchillos y otros útiles. Delante de mí, en Moca, me demostraron cómo se podían cortar árboles de pequeño grosor con hachas de piedra y cómo podían tallar y pulir la madera con raspadores y hacer figuras en las campanas y en los asientos ceremoniales con cuchillitos de piedra, que aún conservaban en lugares sagrados de los espíritus, junto con los cuernos de los extinguidos búfalos de la Isla.

Los primeros extranjeros que llegaron a Fernando Póo pudieron adquirir fácilmente productos de la Isla vendiendo piezas de hierro. Holman nos indica que “al tomar tierra nos vimos rodeados de un gran número de nativos, que se acercaban reclamándonos por el hierro; hombres y mujeres, desde los más jóvenes hasta los más viejos”. Las pequeñas piezas de hierro las acomodaban al estilo de los anteriores cuchillos y azuelas de piedra, que llevaban atadas en el brazo para cortar los racimos de la palmera de aceite. “Pulimentados esos trozos de hierro, nos dice Lander, los engastaban en una especie de trenzado de hierba; esta obra de arte se llevaba como brazalete y es muy apreciada por los europeos”.

Muy bien podemos decir que la antigua cultura bubi, anterior a la caracterizada por influencias extranjeras, era auténtica cultura neolítica: producción de pesca, agricultura, aldeas y poblados, domesticación de animales, celebraciones ante el menhir de piedra. En muchos elementos de su cultura espiritual podemos encontrarnos con aquellos que fueron propios de los antiguos ganaderos y agricultores como, no sin asombro, los vemos en las narraciones bíblicas antes del urbanismo. Esta cultura bubi es muy rica en lo espiritual y llamó fuertemente la atención de Günter Tessmann.

Aportaciones de Tessmann al estudio de la antigua cultura bubi. Coetáneo del Padre Aymemí, pero sin que hubiese comunicación entre ellos, convienen ambos en destacar la visión del universo y la riqueza de su cultura espiritual. Los dos coinciden en que no hay propiamente magia ni hechizos entre los bubis. Para Tessmann, Dios es el centro de la religión bubi. Sobre esta base se halla edificada toda su ideología religiosa, la cual se presenta muy primaria, sin llegar a las deformaciones en que han caído muchas otras tribus del Continente. En creer en Dios pueden coincidir con otras tribus bantúes, pero en la religión bubi, Dios se halla más cerca del individuo.

Los elementos de la cultura espiritual bubi dimanan de su misma visión del universo. En esta visión constituye Dios el punto central, pues Dios formó la tierra y cuanto hay en ella; hizo de un modo particular al hombre e interviene en el nacimiento de cada uno, por lo cual le sigue protegiendo desde que nace hasta que muere. No se halla alejado del pueblo bubi. Como en ninguna otra tribu, Dios está cerca de cada uno. Basta recordar, añadimos nosotros, esta oración que los bubis rezaban en privado: “E Rupé, ebaeso lobako lo voova, ñálae; ne butakio”. En su modo de pensar se distingue fundamentalmente del pamue, y se acerca en sus creencias a las tribus más primitivas como los baya. Su ideología religiosa se halla edificada sobre un destacado monoteísmo.

La religión bubi es la religión del Dios que hizo el cielo y la tierra, y que mantiene el gobierno de todo mediante la gran “Asamblea de los Espíritus”. Es el que hizo al primer hombre y a la primera mujer, que no se portaron bien. Sobre lo que dice Tessmann, el mito recogido por mí manifiesta que la primera pareja tuvo dos gemelos, que estos pelearon entre sí y que, desde entonces, existen las envidias y peleas de los hombres. Nos habla también Tessmann de la gran aldea del otro mundo, donde Dios tiene su propia morada.
La parte más original en la obra de Tessmann es la que dedica a las expresiones contenidas en los objetos que se llevan sobre el cuerpo, o que se colocan en las entradas de los pueblos, en las puertas de las casas, por los caminos, en los lugares sagrados, en los objetos sagrados y en el cuerpo humano. Es mérito de Tessmann reconocer que no obran por sí mismos, sino por la expresión que contienen del espíritu. Una de las características de la religión bubi son estas expresiones de los espíritus por medio de objetos. Se dice de Dios mismo que hizo el cielo y la tierra por medio de la fuerza contenida en una expresión, que nosotros diríamos: por medio de la palabra.

Tessmann reconoce la existencia del juicio de cada hombre al final de su vida, de la salvación y de la condenación, de donde provienen los antepasados que hacen daño después a los hombres. Termina Tessmann diciendo que en el bubi no hubo propiamente hechiceros; todo proviene de la acción de los espíritus malos contra los buenos. Alguien podría pensar que estas ideas son de influencia cristiana. Precisamente son los más ancianos y sin bautizar los que más se han reafirmado en ellas y los que ofrecen más pormenores de la tradición recibida.
Hemos de agradecer al etnólogo Günter Tessmann su contribución al estudio de una cultura que, como él mismo afirma, es distinta de las demás del continente.

Amador Martín del Molino
Doctor en Antropología Cultural
por la Universidad Complutense de Madrid
 
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